domingo, 13 de abril de 2014

Nietzsche va al cine a ver Superman

Estaba  cola del cine para comprar las entradas para la última película de Superman, cuando el señor que estaba delante mí empezó a discutir con la chica que estaba en la taquilla.

- ¡El verdadero superhombre no es ese tal Superman que se pasea en calzoncillos por la calle!
-Perdone, pero yo no puedo hacer nada para cambiar la película.
-Pues me parece un ultraje, el verdadero superhombre es aquel que sustituye a Dios, el creador de valores. Es el hombre que surge, como dijo el gran Zaratustra,.- la gente empezaba a cuchichear sobre lo que estaba ocurriendo- de la conversión del hombre en camello; pero este quiere ser más y es por eso que se convierte en león, y este a su vez se convierte en niño. El superhombre es creador de valores- el hombre  estaba empezando a recitar su discurso a pleno pulmón y todo el mundo estaba bastante sorprendido.

El hombre se subió al mostrador y siguió con su discurso:
-El superhombre está más allá del bien y del mal, ha sido bautizado en la pila de los escépticos.
-Por favor señor baje de ahí - decía la chica de la taquilla.
-¡NO!
-¡Está usted loco!
-El superhombre no hace caso de los prejuicios de la gente, y no cree en la igualdad, los esclavos están engañando a sus señores porque no pueden soportar que estos sean mejores.-La chica llamó a seguridad por teléfono.-El superhombre se ríe de los valores sobrenaturales, porque ha sido él quien los ha creado.
A los dos minutos llegaron dos guardias de seguridad, pero para entonces el hombre ya había desaparecido diciendo.

-Recordarme: mi nombre es Friedrich, Friedrih Nietzsche.

sábado, 12 de abril de 2014

En el cementerio de Highgate

Estaba en el cementerio de Highgate (Londres) una mañana fría de octubre. Siempre me había hecho gracia como se habían difundido diversas historias sobre vampiros y fantasmas que rondaban el cementerio  día y noche. Tras haber dado un paseo viendo algunas tumbas de diferentes personajes notorios, me paré en frente de la tumba de Marx. En ella se podía ver claramente escrito "Proletarios de todos los países uníos".

-Los filósofos sólo han interpretado el mundo de distintos modos, pero de lo que se trata es de transformarlo.-Mientras estaba leyendo el epitafio, había llegado un señor mayor, con abundante barba y vestido con un abrigo negro.
-¿Perdone?- pregunté sin apenas pensarlo.
-Es lo que decía Marx-dijo señalando a la tumba - Para Marx la filosofía tenía que cambiar el mundo. Piensa que en la época que vivía la situación era algo dura. Imagínate que no puedes ir al colegio porque tienes que ir a trabajar por una miseria que te paga un señor capitalista que se queda con tu trabajo, ¿qué opinarías?
-Puf... sería una vida dura
-Es por eso que Marx quería que las cosas cambiasen, que todos fuéramos iguales y que de alguna forma nadie se enriqueciese a costa de la miseria de otro, ya que el trabajo no sería otra cosa más que un arma de degradación del hombre, y el trabajo no debe de ser humillante, debe gustarnos trabajar.
-¿Y el estado, entonces para qué servía?
-Absolutamente para nada, ya que eran los propios dueños de las fábricas los que muchas veces formaban parte del gobierno, por lo que sólo servía para dar un porqué a sus actos y esconder el altruismo. El obrero tiene más necesidad de respeto que de pan y eso no lo cumplían.

Me estaba quedando impresionada como aquel hombre conocía a Marx y a su pensamiento. De repente sonó un crujido me di la vuelta para ver que pasaba, pero no vi nada, cuando me volví paraa escuchar lo que seguía diciendo aquel hombre, este ya no estaba. ¿Dónde había podido ir? 
Iba a irme cuando me di cuenta de que se le había caído un libro, lo recogí del suelo y le di la vuelta, tenía pinta de ser muy antiguo y en la portada ponía con letras doradas: El Capital. Abrí el libro y vi que tenía algo escrito en la primera hoja:

 Espero que hayas aprendido lo suficiente, pásatelo bien en tu viaje.
 Un saludo.
  Karl


viernes, 11 de abril de 2014

Kant firma su libro "Crítica de la razón pura"

Tras haber estado esperando en la cola de la tienda para la firma del nuevo libro del famoso autor, ya era mi turno. Había estado casi toda la tarde en la cola sin moverme apenas y empezaba a sentirme bastante cansada, sólo pensaba que por lo menos tendría mi ejemplar firmado. Cuando el de seguridad me dijo que era la siguiente, me di cuenta que la espera había valido la pena. Cuando le entregué el  libro a Immanuel tuvimos una breve conversación de lo que me había parecido el libro, creo que puedo llegar a recordar las palabras exactas:

-Hola señorita, ¿su nombre por favor?- dijo con un fuerte acento alemán. -¿Le ha gustado el libro?
-Bastante, aunque no llego a comprender del todo porqué lo ha escrito.
-Jajajajaja, verdaderamente, lo escribí por una mera necesidad de exponer mis ideas de una forma ordenada y para después poder alcanzar una conclusión.
-¿ Y lo ha conseguido?
-Digamos que sí, tras mi análisis de la estética trascendental y la analítica trascendental, estudio en la dialéctica trascendental los temas que más me interesan. Dios, yo y el mundo.
-¿Porqué son los temas que más le gustan?
-Verdaderamente, no lo sé, se puede decir que para mí todo lo que se ha dicho no es del todo cierto y necesitaba mostrar al mundo que verdaderamente la física y las matemáticas son ciencia, mientras que lo demás no lo es.
-Ya... ¿Pero nunca llegó a pensar que a lo mejor se estaba equivocando si todo lo que decía iba en contra de los demás?
-Tal vez, por eso no dejo de pensar todos los días.

Tras esto el de seguridad dijo que ya se había acabado el tiempo, que había muchas más personas fuera. Immanuel me dedicó el libro y tuve que salir de allí para que los demás pudieran tener su ejemplar firmado, a la salida leí lo que había escrito.

"El sabio puede cambiar de opinión. El necio nunca"